Llega el penúltimo episodio de Moroneando con el escritor Antonio M. Morales Montoro, y con él, algunas de sus incursiones más diáfanas y comprometidas, algunos de sus pensamientos más audaces y originales. También van a leer aquí mucha ligazón directa con una serie de valores que, al fin, en pleno 2021, se están arrancando las cadenas y dejando miedos atrás. El valor de las expresiones queer, las reivindicaciones LGTBI a través del arte, las identidades y sentimientos -especialmente de índole sexual- reprimidas por la dictadura franquista y cuyas consecuencias persisten tristemente en la actualidad… Fenómenos que la obra de Antonio aborda, y cuyo reconocimiento llega en forma de traducciones a otras lenguas, de libros que, por ejemplo, con la que está cayendo en Hungría, están consiguiendo ayudar a explicar la importancia de no callar (tremendo el trabajo de Eszter Katona, encargada de las ediciones de la obra de Antonio publicadas en húngaro).
De todo eso y de mucho más -¡de poesía, y de comedia!- versarán las siguientes reflexiones, a través de Anatomía de un vencejo, La verdadera identidad de Madame Duval y La tragicomedia de los Arcanos. Tres obras como tres soles. ¡Vamos allá!
J. D. ANATOMÍA DE UN VENCEJO. He de decirte que me enamoré de esta obra. Desde que la leí por primera vez, la tengo siempre conmigo. Que digo yo, Antonio, que este país le debe una a las miles de Palomas que llevaron su dignidad y su valentía hasta el final de sus días…
Antonio M. Dices bien. Hay una gran deuda histórica con las mujeres en las que me inspiré para escribir el personaje de Paloma. Date cuenta de que para el franquismo la sexualidad femenina es una entelequia. Y si eso es así, qué podremos decir de las opciones sexuales minoritarias: rastrear los crímenes cometidos contra personas LGTBI es una encomienda tan necesaria como difícil. Uno de los puntos de partida de Anatomía de un vencejo es precisamente la omisión de la memoria histórica de las lesbianas bajo el yugo de Franco. A las disidentes de la norma se las convertía en “no mujeres”, en el anverso de lo patriarcalmente establecido. Y se las castigaba con dureza.
J. D. Allá donde estén, ¿qué crees que deben estar pensando las Trece Rosas sobre lo que hoy se sabe (y lo que no) acerca de su vida, de su muerte y de su lucha?
Antonio M. La acción de esta obra comienza en el mismo momento en que se oyen los trece tiros de gracia a las Trece Rosas. En ese momento, Paloma, la protagonista, tras oír los disparos, desea ser ella misma una de las mujeres ejecutadas, para no seguir sufriendo.
Las trece rosas eran mujeres progresistas asesinadas por identificarse con el proceso asertivo de modernización de España que propuso la Segunda República. Yo no sé qué pensarían de la España de hoy, la verdad. Solo sé que se opusieron a la represión, a la pobreza, a la ignorancia, al machismo y a la estrechez de miras de un país que a día de hoy sigue padeciendo muchas de las lacras que ellas combatieron.
J. D. ¿Se parece tu fe a la que Paloma le expone a la monja en el Día 2 en prisión?
Antonio M. Terminé de escribir Anatomía de un vencejo el día 5 de agosto de 2018. Ese mismo día, pero 79 años antes, fueron asesinadas las Trece Rosas. El azar quiso que fuese así. Cuando fui consciente de la casualidad me invadió la emoción. Mi fe tiene que ver con la justicia poética.
J. D. ¿Adónde se dirige un mundo en el que escaseen los vencejos?
Antonio M. Los vencejos en mi obra son una metáfora. Todas las interpretaciones que me han dado los lectores y el público me valen. La presencia de los vencejos en escena parte de una imagen poética, y no puedo revelar un significado más allá de esa misma imagen poética, porque lo desconozco. Dicho esto, recuerdo perfectamente que la imagen a la que me refiero se generó en mí cuando conocí un dato muy concreto: los vencejos vuelan durante toda la vida, pero cuando caen al suelo es necesario ayudarlos a levantar el vuelo, porque solos no pueden hacerlo. A partir de ese dato comencé a escribir la obra.
J. D. Impacta imaginar la de historias de amor como la que cuentas en la obra que, entre tanta represión, no pudieron más que quedarse en sueños y anhelos…
Antonio M. Para crear a los dos personajes de esta obra me acerqué a muchos testimonios reales. He intentado practicar un ejercicio de memoria que visibilice desde una concreta peripecia vital la realidad de unas mujeres que se sentían atraídas por otras mujeres en una época histórica en que la mujer estaba condenada al ostracismo de servir al hogar y a un marido que galleaba al reconocerse a sí mismo como el único e inquebrantable pilar de una patria de prohombres iluminados.
Creo que no podemos llegar ni siquiera a imaginar el dolor sufrido en las oscuras prisiones del franquismo por las personas homosexuales. Ninguna disidencia estaba permitida, y la disidencia sexual y de género acarreaba consigo la tortura y la muerte, más documentada cuando se ejercía sobre el hombre homosexual que sobre la mujer lesbiana. Precisamente ese fue uno de los motivos que me llevó a escribir esta obra tras la primera imagen reveladora a la que antes hice alusión.
J. D. ¿Tu casa y tu mundo también huelen a “hierbabuena, a libertad, a patio y a puchero”?
Antonio M. El monólogo de Paloma es un homenaje a mis abuelas. El patio del que habla es el patio de mi infancia, en el antiguo bar Parada. Lo heredé de mis abuelas y de mi madre. En él me crie. Al principio era un espacio físico, pero ahora se ha convertido en un espacio mental que siempre me acompaña.
J. D. El final es majestuoso. ¡Esa emoción, ese poderío, ese lado humano de las personas!
Antonio M. El final es un milagro. Y los milagros hay que verlos o leerlos para creerlos.
J. D. LA VERDADERA IDENTIDAD DE MADAME DUVAL. Hace tan solo unas semanas que terminó de representarse esta obra en el Teatro Echegaray de Málaga, como advertíamos en la Parte I. ¿Cuáles son tus impresiones y sensaciones tras las doce (¡doce!) funciones?
Antonio M. No pueden ser mejores. Estoy verdaderamente entusiasmado con el trabajo de todo el equipo. La dirección de Roma es impecable. Hemos formado un tándem atípico. Yo digo que formamos una especie de oxímoron, porque ella dirige muy para afuera y yo escribí este proyecto muy para adentro, intentando que la palabra de mis personajes fuese voz y memoria al mismo tiempo. No puedo más que agradecer públicamente a las personas que nos pusieron en contacto y supieron ver a priori las posibilidades de este encuentro: Adolfo Carmona y Teresa Velázquez. El elenco, ni soñado. Adriana Bocalon encarna a Madame Duval (también a Carmela) con una verdad que ilumina la escena. Alejandra Cid da vida a tres personajes: Neus, Louise y Adèle. Recuerdo que en la primera crítica que salió tras el espectáculo el crítico teatral Pablo Bujalance escribió que Alejandra le brindó, “justo y necesario es reconocerlo, algunos de los momentos más emocionantes que un servidor ha visto en un escenario en bastante tiempo”. Y te puedo asegurar que Pablo Bujalance ve bastantes obras de teatro. Tirititando de Luisa hace las veces de DJ y VJ y su ejecución en directo parece un milagro, porque es un prodigio. Las luces de Antonio Arrabal son un viaje en sí mismas… Además, la acogida ha sido excelente, tanto por parte de la crítica como por parte del público. Ojalá el proyecto siga adelante. Estoy convencido de que así será, porque hay detrás un grupo de personas maravillosas empeñadas en contar esta historia. Tras las doce primeras funciones hemos constatado que es necesario seguir contando, porque el público lo pide y porque nosotros somos la voz de un legado que no debe olvidar su pasado y que tiene las herramientas necesarias para transmitirlo a través del arte.
J. D. ¡Es que este proyecto merece seguir recorriendo teatros! En la Parte IV hablaremos sobre tu faceta como profesor de secundaria en las aulas, pero uniéndolo ahora con la intrahistoria de tus obras: ¿se enseña en detalle a los chavales de los institutos españoles la repercusión de una vida (y una obra) como la de la filósofa, abogada, política y escritora malagueña Victoria Kent? ¿O poco menos que se pasa de soslayo? Más aún: ¿qué papel tiene su figura en los círculos académicos, culturales e intelectuales de hoy?
Antonio M. Victoria Kent fue mujer, política y lesbiana. ¿Qué relevancia crees que se le da en los libros de texto? Ya te lo digo yo: ninguna. La abogada pionera, la histórica reformadora de prisiones, la diputada ferviente y carismática, es una auténtica desconocida no solo en los institutos, sino también en las universidades. Su historia es el mundo al revés: la lealtad a un régimen democrático la volvió traidora; la defensa de una legalidad de la que era servidora y el apoyo a los refugiados la volvió peligrosa a los ojos de los fascistas. Y además, su oposición al sufragio femenino propició que incluso las personas de su misma ideología silenciasen su trayectoria profesional.
J. D. Y mira que ha sido explicada esta última circunstancia… Por cierto, dice el personaje de Adèle que “comportarse con humanidad no necesita de motivación alguna”… Me cashis en la mar, Antonio, ¡y pensar que a veces este mundo parece exigirte explicaciones precisamente por promover esos valores!
Antonio M. Adèle existió realmente. Fue la fundadora de la Cruz Roja, y su labor fue determinante para que Victoria Kent saliese con vida de su encierro parisino. Mientras sobrevive agazapada en su apartamento del Bosque de Bolonia van muriendo en suelo francés símbolos de la España traicionada, como Manuel Azaña o el mismísimo Antonio Machado. Pero ella logra escapar apoyada en una red de amistad entre mujeres que jamás la dejan en la estacada, y que incluso se juegan la propia vida para hacerlo. La frase que destacas es una réplica de Adèle cuando Madame Duval intenta averiguar las razones de su entrega total a la causa de protegerla. Pero efectivamente esa réplica intenta dialogar con nuestro presente. Como ya hemos dicho en algún lugar de esta entrevista, estamos más necesitados de humanidad que nunca.
J. D. “Las mujeres sabemos llevar nuestra amistad [cogidas] de la mano”, lo cual es hermoso, poderoso. Una manera de llevar la amistad que los hombres, sin embargo, desconocemos…
Antonio M. Una de las tesis de La verdadera identidad de Madame Duval es que la amistad entre mujeres teje unos lazos muy sólidos, de los que quizás los hombres debiéramos aprender. A mí siempre me ha llamado muchísimo la atención la naturalidad con que las mujeres en general se tocan, se besan, se achuchan, se toman de la mano. Esa naturalidad no está instaurada socialmente en las relaciones entre los hombres. De hecho la proxemia demuestra científicamente que la proximidad física tiende a ser menor entre mujeres que entre hombres. Sin embargo, cuando se trata del acercamiento entre un hombre y una mujer, el contacto físico suele ser iniciado con más frecuencia por los hombres.
J. D. ¿La historia de Neus Ribó y su pequeña Rafaela está inspirada en algún caso en concreto?
Antonio M. En la obra, además de Victoria Kent, hay otros dos personajes que existieron en realidad: Adèle, la fundadora de la Cruz Roja de quien ya hemos hablado, y Louise Krane, una filántropa americana con quien nuestra protagonista compartió gran parte de su vida. Además hay dos personajes ficcionados: Neus y Carmela. Efectivamente, la historia de la pequeña Rafaela está inspirada en un suceso real. Ten en cuenta que durante la Guerra fueron evacuados unos 30.000 niños, y se calcula que en junio de 1938 había en Francia unos 11.000 menores españoles desterrados. Las similitudes con el presente niegan la evolución del cerebro humano. Ahora los desterrados no hablan español, pero también mueren de frío. Ahora mueren en el Mediterráneo y entonces morían en los Pirineos.
J. D. Esa respuesta cargada de dignidad que Neus le expone a Carmina en el campo de concentración conecta íntimamente con el espíritu de memoria histórica y justicia. ¿Por qué en pleno 2021 sigue existiendo tanto miedo o reparo a hablar de aquellas historias, si son de anteayer y aún es un capítulo no concluido para mucha gente? ¿Por qué se sigue dando la espalda a tantos cuya lucha, a pesar del silencio forzoso, de los reveses judiciales o de la desaparición de generaciones, sigue en pie con el único objetivo de saber dónde descansan sus padres o sus abuelos?
Antonio M. Porque las cunetas revelarán no solo la verdad de los asesinados, sino también el rostro de los asesinos. Y muchos de esos asesinos todavía a día de hoy mantienen privilegios que consiguieron manchándose de sangre las manos.
En muchas ocasiones se sigue dando la espalda a los memorialistas porque nuestra democracia no ha acabado todavía con el fascismo y sigue levantándose sobre dos falsos pilares: el miedo y el silencio. Muchas personas mayores han muerto sin contar nada porque creían que la historia podía volver a repetirse.
J. D. Y otro final hermoso, esta vez de la mano de Victoria y Louise: Antonio, ¿tú también firmarías “morir bailando”, o tienes otras preferencias? Te digo: ¡a mí me parece una forma fabulosa de encarar el viaje a la mar sin retorno!
Antonio M. A estas alturas del cuento, yo prefiero solo bailar. El presente nos demuestra que hay que bailar todo lo que se pueda.
J. D. LA TRAGICOMEDIA DE LOS ARCANOS. ¿Con qué perfil de la careta tragicómica te quedas: con la sonriente o con la triste?
Antonio M. No existen la una sin la otra. Denominé esta obra como Tragicomedia por varios motivos; obviamente uno de ellos es que aborda los asuntos que trata unas veces de manera trágica y otras de manera cómica. Pero quizás fuese incluso más importante para motivar el título la cohabitación en el espacio de personajes pertenecientes a esferas sociales bien diferenciadas y el uso del verso para explicitar registros de oralidad que marcan claramente esa oposición a la que he hecho referencia.
J. D. ¿Qué risa es más fácil de provocar: la del lector en el teatro literario, o la del espectador en el teatro escenográfico?
Antonio M. No debemos olvidar que aunque el teatro también se lee, siempre transcurre en público. El espectador es el territorio poético ideal de quienes escribimos teatro. La única comedia mía que he visto en escena ha sido El consuelo de Bernarda, dirigida por Alonso Amaya para el grupo de mujeres maravillosas con el que trabaja en Marchena. Me llevé una grata sorpresa cuando escuché las carcajadas en el teatro, y ahora que lo pienso puede ser que de ahí partieran las ganas de seguir escribiendo comedia. La tragicomedia de los arcanos todavía no ha sido llevada a escena. Confío mucho en el poder catártico de las emociones puras, como la risa. Ojalá haya encontrado con esta obra la forma de convocarla. Algunos lectores me cuentan que así ha sido. Me consta que el libro está funcionando muy bien en talleres de teatro, porque algunos compañeros dramaturgos que imparten talleres lo están utilizando. Ahora hay que prepararse para dar el salto a la escena.
J. D. Tu arcano favorito es… ¡Espera, corten! Empezamos de nuevo: el arcano con el que más identificado te sientes es…
Antonio M. Me quedo con el que salga. Si en las futuras funciones el público se tendrá que conformar con los arcanos que salgan al azar, yo no puedo tener el privilegio de elegir. Si quieres hago un juego. Abro el libro al azar y me quedo con el que salga… Lo acabo de hacer. (Es cierto, sin trampa ni cartón). Es curioso que haya salido “La fuerza”. Este arcano tiene que ver mucho con los nacionalismos patrios de los que hemos hablado con anterioridad, pero tratados desde el humor. Me he reído mucho cuando me ha salido este arcano.
J. D. ¡La próxima charla la haremos con vídeo! El guiño al “lado queer de la vida y del arte” confirma que estamos ante el más creativo y original de los tarots conocidos. ¿Qué aporta de diferente esa faceta -la queer- en la vida y en el arte?
Antonio M. Siempre me ha fascinado el lado queer de la vida. Admiro la obra de artistas como Ocaña o Nazario, quienes se opusieron frontalmente a las leyes que prohibían no solo su sexualidad sino también su forma de mostrarse públicamente. Me imagino La Tragicomedia de los Arcanos con estética Nazario. Hay mucho cuestionamiento queer en los arcanos. Los hombres necesitamos nuevas formas de plantear nuestra masculinidad. Históricamente la masculinidad se ha vinculado con el poder. Por eso me parecen políticamente interesantes los discursos que desenfocan la masculinidad y no la vinculan a la genitalidad, porque actuando de esa manera se posicionan frente al poder establecido.
J. D. ¿Son el teatro y el verso algo así como primos hermanos? ¿O los ves, más bien, como a amantes apasionados, libres pero inseparables?
Antonio M. El territorio poético es inherente al teatro. Algunas veces tiene que ver con el verso y otras no. La poesía tiene que ver tanto con el silencio como con la palabra.
J. D. Esta obra es tan completa, tan diferente, que tiene un poco de todo: su carta de teatro clásico, su baraja de contemporáneo, su palo flamenco, su mano de carnaval, todo ello bien removidito en la cazuela… ¡En estas páginas te conviertes en un brujo que goza experimentando con sus ingredientes en forma de naipes!
Antonio M. He disfrutado muchísimo escribiendo esta obra. Toda obra tiene algo de misterio, porque cuando escribes para el teatro cualquier idea nace en un lugar donde antes no existía nada y acaba convirtiéndose en un objeto (libro) o en una experiencia (función). En ese sentido todos los creadores somos un poco brujos. Pero a pesar del título, en La tragicomedia lo esotérico nos sirve para jugar, no para enraizar la dramaturgia. Todas las historias tienen una motivación, un origen, un disparador que mueve la imaginación hacia universos en construcción. En otras obras, a veces, me cuesta identificar cuál es la razón de fondo que me ha llevado a generar alguna idea. No es este el caso. En el origen de esta idea está el artista Ramón Lobo, quien me propuso incorporar texto a las maravillosas ilustraciones suyas que iba a publicar Agenda Atalaya. Considero muy atractiva esa franja interdisciplinar donde conversan miradas artísticas distintas que transcienden los universos unipersonales. Sin aquel primer acercamiento a los arcanos posiblemente jamás se me hubiese ocurrido idear el engranaje dramático de La tragicomedia.
J. D. De cuantas has escrito hasta ahora, ¿es esta una de las obras más específicamente concebidas para interactuar con el patio de butacas?
Antonio M. Es cierto que en algunos arcanos hay un intento de romper la cuarta pared desde el texto, y eso no creo recordar haberlo hecho antes. Pero la propuesta de dirección está siempre abierta. No me gusta imponer nada a la dirección desde la escritura. Aun así, como bien dices, el personaje de Pitonis@ está creado para una actriz o un actor con vocación cabaretera, y escribiéndolo yo lo situaba en platea. La experiencia me dice que “directores vendrán que de tu obra te echarán”. Y eso me parece una de las cosas más bonitas de este trabajo: abrir ventanas para que otras personas habiten la casa que has escrito con mentalidades abiertas y creativas, porque esas mentalidades siempre enriquecen las visiones unipersonales. El ejemplo más claro lo tengo con Alonso Amaya y Almazara. Muchas veces conversamos sobre los montajes, como no puede ser de otra manera. Somos amigos desde que no teníamos barba, y no hablar de los proyectos en común sería antinatural. Pero puedo jurar que en las propuestas de dirección rara vez me atrevo siquiera a sugerir algo.
J. D. Si “el destino es puro teatro” y te pido que eches la vista atrás, ¿qué tipo de dramaturgia está interpretando (el destino) en tu vida?
Antonio M. Estoy siendo lo que siempre he querido ser: docente y escritor. Más que el destino, si echo la vista atrás como propones veo muchas horas de escritorio. También hubo mucha noche y mucha barra. He puesto muchas copas y me he tomado más. Pero todas las horas en la barra las cuento como horas de estudio.
J. D. Por último: le he preguntado a Pitonis@ qué me puede decir acerca de tus próximos proyectos literarios (o de cualquier otro tipo), pero no me ha soltado prenda…
Antonio M. Algunas veces pienso que ya no tengo proyectos, sino hábitos. La escritura es una costumbre. En derecho romano encontramos la expresión “Consuetudo quasi altera natura”, que significa literalmente: “El hábito es nuestra segunda naturaleza”. Varios proyectos editoriales verán la luz próximamente. Ya iré informando.
En cuanto a la escena, después de Factoría Echegaray esperamos que siga la gira de La verdadera identidad de Madame Duval, y me alegra decir que Almazara está montando Epifanía de la marabunta. Hay alguna cosita más, pero todavía es muy pronto para desvelarla. No está siendo fácil levantar la cabeza. Se nos quedaron muchas funciones por hacer con el montaje de Anatomía de un vencejo de la Paranoia de Trastaravíes, cuando la propuesta estaba en su mejor momento. También se quedaron funciones por hacer de La milonga del destierro, tras un enorme trabajo de Mercedes Abril con el grupo para sustituir a Charo Galán. Un desastre. Pero recurro de nuevo a la sabiduría popular: “Más palantito hay más”.
Y ahí estaremos, pendientes, atentos a cuanto vayas presentando más palantito. Como más palantito -muy prontito, de hecho- nos llegará también la última entrega de este inolvidable Moroneando, una entrega que ya aguarda impaciente para poner el colofón a la charla con Antonio Miguel. No sé a ustedes, pero yo reconozco que esta entrevista permanecerá para siempre en el corazón de un servidor.
En el último vuelo cogeremos un sendero diferente al transitado hasta ahora, en el que hemos estado charlando con nuestro a autor a través de algunas de sus obras. Nos dejaremos llevar por su faceta más artística y, sobre todo, por la más personal para saber de dónde viene su pasión por la escritura, para adentrarnos por unos segundos en las aulas en las que imparte clases, o para conocer más íntimamente algunos de sus otros amores, desde aficiones hasta su inquebrantable pilar familiar. Merecerá la pena, ya verán.
Lo dicho, un mínimo y último descanso, y a volar por última vez con Antonio Miguel Morales Montoro.